miércoles, 4 de marzo de 2015

Miriam, todavía nos queda un largo camino

Recuerdo conocerla desde que eramos unas niñas inocentes,
unas niñas que pensaban que en la vida todo iba a ser felicidad,
pero también recuerdo ignorarla,
recuerdo valorarla, pero quizás no lo suficiente,
y quizás ese estado de olvido duró demasiado,
bueno, quizás no, es que sé con certeza que fue así.

Un par de primaveras más adelante, recuerdo ser la sonrisa en tu cara,
tus alegrías, tus risas a las tantas de la mañana, porque, aunque adolescentes,
seguíamos buscándonos las cosquillas.
Recuerdo haber encontrado un pequeño mundo sobre el que escupir nuestros pensamientos,
recuerdo, y recuerdo demasiado bien, el daño que te hice,
te mentí y te lo oculté años, (a día de hoy, me sigo arrepintiendo).

¿Recuerdas la risa en tus ojos? Pues durante esa misma época, los míos no reían,
lloraban, mi mundo se hundió entre la miseria de la oscuridad de mi mente.
Dejé que las sombras fueran ganando terreno, y no sé como, ni por qué,
pero los inviernos casi parecían primaveras a tu lado.
Recuerdo la calidez de tus abrazos cuando mis sombras salieron a la luz,
recuerdo tu apoyo, tu dolor, tu preocupación,
no querías verme sangrar y sin embargo era lo único que ocurría.

Recuerdo cantar contigo, sacando el mal dentro de mí, con cada nota,
aunque, y he de admitirlo, fallaba todas las notas.
Y recuerdo la última gran etapa de mi vida, la etapa en la que lo dejé todo atrás,
a todo menos a ti, porque podría vivir sin un millón de cosas,
pero no sin ti, tu me enseñaste que intentar cazar un diluvio con un vaso de papel era inútil,
y que a lo mejor no podía mover objetos con la mente, pero sí apartar los obstáculos de mi vida.
Y también que, quizás yo no sea la mejor escritora del mundo, y no lo seré nunca,
pero a ti te gusta como escribo y eso para mí es suficiente.
Miriam.
Todavía nos queda un largo camino.